El fenómeno más importante de la pubertad es la menstruación, también llamada regla, que se identifica con el período fértil de la mujer, o sea, el tiempo de su vida en el cual es capaz de reproducirse.
Cada niña nace con sus pequeños ovarios repletos de unas formaciones celulares llamadas folículos; estos folículos no son más que los precursores de los óvulos.
Durante la niñez los folículos no se modifican, pero a partir de la pubertad muchos de ellos se van desarrollando hasta transformarse en óvulos maduros.
Cada 28 días, aproximadamente, uno de los ovarios desprende uno de estos óvulos maduros. Este proceso se conoce como ovulación. El óvulo liberado es captado por la trompa de Falopio y transportado hacia el útero.
En este trayecto el óvulo puede ser fecundado (o fertilizado) solamente si se encuentran espermatozoides presentes.
Si esto sucede, dicho óvulo fecundado llegará al útero y comenzará a crecer y desarrollarse.
A su vez, después de la ovulación el endometrio aumenta su espesor, tornándose más grueso, suave y esponjoso. Cuándo el óvulo es fertilizado, llega al útero y se adhiere firmemente a este endometrio, que alimentará al embrión durante su desarrollo.
Sin embargo, la mayoría de las veces el óvulo no se fertiliza y el endometrio se desprende y
sangra, produciéndose la menstruación.
La aparición de la primera menstruación se conoce como menarca y se da entre 1 y 2 años después
de la aparición del primer signo de la pubertad.