Vocación

Un hombre vuelve a mi memoria, un montón de ideas se agolpan; Teresa, gira, gira, gira. Imposible detener el paso de las imágenes que una a una se suceden. Pobreza, hambre, enfermedad, miseria, desamparo. El lugar, África, la India. Una madre, de cuerpo frágil pero de una fortaleza inquebrantable. Una misión: ayudar a quien lo necesite, sin importar su credo, idioma o color.
Algo fuerte, importante la llevó por esos caminos duros de transitar, algo profundo, desde adentro, que nos guía: la vocación. Es como una sensación de frescura, como la que se siente al pisar descalzos al pasto húmedo de rocío, que nos llena de placer, de alegría. Sea cual fuere la vocación, siempre hay amor, siempre se brinda ayuda, esperanza a quien nos rodea, y todo lo cree perdido. Hablar de vocación es hablar justamente del amor que ponemos en cada cosa hecha, es recordar y emocionarse con la imagen de una pequeña monja, de menudo paso pero espíritu fuerte, de tesón inquebrantable, que lo dio todo, que lo amó todo, que lo dejó todo por un solo deseo: la entrega. Amar lo que se hace, y hacer lo que se ama, principio fundamental en lo elegido, en lo deseado.
Es dar parte nuestra a los que nos rodean, como si fuéramos dejando semillas a lo largo del camino, para que en algún momento, bajo el calor del Sol, crezcan y den sus frutos. Es en ese momento, el de la cosecha, cuando con ojos brillantes damos por cumplida una parte de nuestra misión.
Y volvemos nuevamente, al igual que el labrador, a meter las manos en la tierra, trabajarla, prepararla, colocarle semillas, regarlas y cuidarlas con amor, con la guía de nuestras manos, bajo el calor de la vida, esperando otro nuevo fruto. Para que al mirar hacia atrás veamos nuestra vocación hecha realidad, que al mirar hacia adelante nuevos caminos nos esperen, nuevos tiempos de siembra, nuevos tiempos de cosecha.


Stefanía Gómez
Colegio La Independencia Argentina
Isidro Casanova - Buenos Aires