Estábamos de recreo; varias de mis compañeras y yo nos enteramos que los padres de Gabriela se habían separado.
Me sentía extraña escuchando el relato de todas aquellas situaciones que habrían provocado esa separación.
"Que ya no se besaban, que no se comprendían, que discutían demasiado, etc., etc., etc. "
Mi sensación resultaba muy difícil de explicar, ya que por un lado trataba de prestar atención al doloroso relato de Gabriela, y por el otro "sentía que recién en ese memento, empezaba a darme cuenta de muchas cosas que, tal vez por parecerme normales, no había sabido valorar en toda su dimensión".
Mientras escuchaba a Gabriela, trataba de esconder mi egoísta satisfacción, cuando pensaba que nuestra vida familiar transcurría de un modo tan diferente".
Pensaba en el amor (aunque muchas veces no nos diéramos cuenta) que había caracterizado siempre nuestra vida familiar.
Me di cuenta en ese memento que cada uno de nosotros (a su manera en cada caso) "vivíamos permanentemente haciendo cosas por el otro" y que esa es una forma de respetarnos, a pesar de que a veces no fuéramos tan respetuosos en las formas.
En nuestra familia estábamos comprometidos inconscientemente, uno con el otro y esa es una de las mejores maneras de comprometerse.
Era una especie de "compromiso silencioso" que nacía espontáneamente, sin necesidad de promesas, lo que provocaba que fuera un "compromiso mucho más fuerte y duradero".
Ese compromiso espontáneo, nos obligaba a preocuparnos por "lo que piensa mi papá, y a él lo que pensamos nosotras, y a mi mamá, lo que pensamos todos, y finalmente, todos pensamos siempre en ella aunque a veces no lo parezca".
¿Y qué puedo decir de la fidelidad?
Que desde que soy chiquitita me acostumbré a verlos todo el día juntos.
Que no recuerdo un día en que mis padres no estuvieran al lado nuestro.
Que a veces no entiendo cómo pueden estar todo el día juntos sin cansarse o aburrirse.
Que aún a pesar de las peleas con mi hermana, siempre estemos pendientes la una de la otra.
Seguía escuchando el relato de Gabriela, y no podía entender "como algo que yo siempre creí tan fácil, podía resultar tan difícil".
Entonces me pregunté:
¿En realidad, era tan fácil?
¿Era tan fácil respetarse, comprometerse y sentirse fieles unos con otros?
¿Era tan fácil vivir como yo creía que era normal vivir?
Y luego de pensarlo por un momento, me quedé con una respuesta.
Que podía ser fácil o difícil, pero en definitiva, una u otra alternativa, dependería indefectiblemente del "amor"
Un amor entendido o interpretado por cada uno a su manera, mas o menos cariñoso, mas o menos demostrativo, pero eso si, "un amor verdadero, comprometido, responsable, silencioso, pero que siempre está allí presente, aún cuando no nos demos cuenta a cada momento de su presencia indispensable".
Pensé que ''sin ese amor, no sólo es difícil, sino que nada es posible".
Que con ese amor, el respeto, el compromiso y la fidelidad, se dan naturalmente, "impensadamente"
Y me dije: "impensadamente, allí está la clave".
EI amor no se piensa, no se alcanza, ni se calcula, "se disfruta inconscientemente".
El amor está allí, silenciosamente presente, pero en ese caso, el triste relato de Gabriela, "me recordó que allí estaba, esperándome en casa como todos los días".

Laura Barreira
Instituto Santa Felicitas
Capital Federal