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  Publicación mensual que abarca los Programas de la Fundación, e incluye distintos temas y disciplinas educativos de gran interés, que la convierten en un instrumento de trabajo coleccionable y de alto impacto en este ámbito.
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El otro lado del aula
 
 
 
Aprender a aceptar las diferencias y a tolerar: una propuesta para el tercer ciclo
 

Enseñar actitudes de tolerancia en la escuela contribuye a construir valores de convivencia y a formar ciudadanos en un espíritu de apertura ligado al concepto de dignidad humana y de respeto por las personas con sus diferentes capacidades, creencias, religiones, historias, ideologías, géneros y razas.

 

Los fundamentos que no pueden faltar

Educamos para la convivencia cuando generamos acciones con el fin de que los alumnos aprendan a compartir la vida y logren resolver situaciones cotidianas en la relación con los compañeros.

Desde esta perspectiva, la tolerancia y la no discriminación son los puntos de partida para la construcción de una cultura de la convivencia. El ejercicio de estos valores consolida la vida en democracia y permite avanzar hacia formas sociales más justas y de tolerancia hacia la diversidad.

Una de las funciones de la educación es promover el aprendizaje de actitudes de convivencia para que cada individuo logre insertarse en esta sociedad cada vez más compleja, cambiante y con un pluralismo cultural creciente.

El grupo escolar es un lugar de pertenencia fundamental para los alumnos. En él se atraviesan momentos que suelen ser el reflejo del contexto social. Es por esto que las situaciones de la vida grupal son ideales para comenzar la tarea de reflexión y cambio actitudinal. Es importante para ello que los alumnos logren revisar las actitudes personales que favorecen o entorpecen la relación con sus pares y la resolución constructiva de los conflictos.

Si nos proponemos educar en la convivencia es necesario, además, promover el análisis de modelos y valores que la sociedad nos ofrece para descubrir en ellos aspectos positivos e imitarlos o bien para identificar aspectos negativos y revisarlos.

Involucrar a los alumnos en actividades de participación real desde la escuela hacia la comunidad favorecerá el pasaje del plano discursivo al de la acción para lograr un aprendizaje verdaderamente significativo.

La enseñanza de valores no puede desvincularse de una enseñanza en valores y supone la implementación de estrategias de manera intencional con el fin de promover cambios de actitudes en nuestros alumnos. Estas acciones didácticas pueden asumir varios formatos: talleres, proyectos, espacios institucionales, asambleas, mesas de debate, entrevistas, etc., y presuponen la aplicación de algunas actividades como:

  • resolución de dilemas y situaciones que impliquen cuestiones morales;
  • ejercicios de reflexión
  • lecturas analíticas de cuentos, novelas, noticias, publicidades.

¿Por dónde empezar?

Cuando el docente planifica, es deseable que pueda generar y promover situaciones acordes con la edad, con los intereses y consecuentemente con los conflictos que atraviesan los chicos de 12 a 14 años. Es fundamental que las acciones didácticas que se implementen en el aula se encuentren orientadas a:

  • estimular la reflexión a partir del discernimiento y de la toma de posiciones;
  • favorecer la creación de acciones reales y concretas;
  • promover situaciones o dinámicas que les brinden a los chicos la posibilidad de razonar, sentir, discrepar.

Cuando el docente evalúa, utiliza técnicas o instrumentos para obtener la información que posteriormente analizará y que le servirá para la toma de decisiones en relación con la enseñanza. Es deseable que los medios que el docente utilice para evaluar generen un espacio de intercambio y de diálogo con sus alumnos, a la vez que permitan a sus alumnos:

  • observar y tomar conciencia de sus progresos;
  • promover una actitud de autoevaluación.

Generalmente se evalúan las actitudes de los alumnos a partir de la observación sistemática y continua en el aula, en el patio, en salidas, actividades de campo y colectivas. Sin embargo, existen otras técnicas e instrumentos de evaluación. Entre ellas se encuentran la observación, la autoevaluación, la evaluación entre pares, y los diarios y bitácoras de aprendizaje, entre otras.

La observación

La observación directa es una manera de focalizar la mirada en relación con lo que sucede en un tiempo determinado en cualquier situación. Los indicadores se establecen previamente y sirven de orientación para el observador.

La autoevaluación y la evaluación entre pares

Esta técnica favorece la reflexión sobre el desempeño propio y el grupal, y puede utilizarse en cualquiera de los grados del tercer ciclo.

Las preguntas para retroalimentación reflexiva sirven de instrumento para esta técnica.

Pongamos un ejemplo; luego de que los alumnos hayan participado en una serie de juegos grupales, las consignas que orientarán la evaluación (grupal y/o individual) podrían ser las siguientes:

  • Conversen acerca de las experiencias que vivieron durante los juegos:
  • ¿Les parece que todos los chicos pudieron disfrutar de estos juegos? ¿Por qué?
  • ¿Cuáles creen que fueron las actitudes personales que ayudaron a que todos los integrantes del grupo se sintieran incluidos? Piensen un ejemplo.
  • Completen en sus carpetas las siguientes opiniones

 

Cuando jugamos, puedo
.........................................................................................

Para que todos puedan participar y disfrutar mejor del juego tendría que
.........................................................................................

  • Lean en voz alta las opiniones y elijan, entre todos, las ideas que más se repiten en relación con las actitudes personales que favorecen un juego placentero y tolerante.

Diarios y bitácoras de aprendizaje

Los diarios y cuadernos de bitácora son registros escritos. Este recurso permite a los docentes evaluar el progreso de los alumnos. También resulta útil para que los alumnos se autoevalúen puesto que se registra lo que sucede en las interacciones cotidianas en el aula como: el ambiente, el clima del grupo, las actitudes y otras cuestiones referidas a las estrategias de enseñanza y de aprendizaje, los contenidos que se abordan, etc. El hecho de escribir permite tomar conciencia de lo que se ha comprendido y, además, contribuye a que los estudiantes adviertan que la comunicación de sus pensamientos es fundamental para el aprendizaje. Los diarios y bitácoras permiten que los docentes y los alumnos reflexionen sobre las tareas que se llevan adelante y, además, favorecen el intercambio de opiniones con el fin de identificar desajustes y, entonces, proceder a su modificación.

Es conveniente que se diferencie en el registro la descripción de lo que sucede en clase, de su valoración. Estas acciones pueden realizarse en momentos diferenciados. El formato más sencillo es una libreta con dos columnas para diferenciar la parte descriptiva de la interpretativa. Por ejemplo:

Una vez concluido un día de trabajo o una semana, el docente puede proponerle a su grupo la siguiente consigna de escritura:

  • ¿Cómo se han organizado y cómo han funcionado los grupos de trabajo? (Parte descriptiva).
  • ¿Las actitudes grupales han sido tolerantes? ¿Se han aceptado las diferencias y las opiniones de todos los integrantes del grupo? ¿El grupo ha favorecido la integración de todos los chicos en la tarea? (Parte interpretativa).
 
 
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